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En el año 1855 el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo, debido a una bora impetuosa, se vio obligado a buscar amparo a bordo de su barco de guerra "Virgen de la Salud" en la bahía de Grignano, pidiendo hospitalidad a un pescador. Al día siguiente, asombrado de la belleza encantadora de la zona, el archiduque decidió comprar un terreno y construir allí un castillo de estilo normando, con bloques de piedra de Istria, asignando al ingeniero Carlo Junker el proyecto bajo sus indicaciones y coordinar las obras. Durante tres años, desde la Navidad de 1860 hasta la primavera de 1864, Miramare fue un lugar de serenidad para Maximiliano y su esposa, la archiduquesa Carlota de Bélgica, ambos muy queridos por los habitantes de Trieste, gracias a su generosidad y bondad. Pero la oferta al joven príncipe de la corona de México, significó para él un viaje sin regreso. Después de tres años de reino mal aceptado en ese lejano país, Maximiliano fue ejecutado por un tribunal republicano en el Cerro de las Campanas, cerca de Querétaro. La muerte del soberano provocó la locura a la bella Carlota que en vano había rogado al Papa y a los reyes la salvación de su marido.
El Castillo de Miramar fue asignado a la Superintendencia de Bellas Artes por voluntad testamentaria de Maximiliano, y desde 1955 se convierte en un museo estatal. Hoy en día se pueden visitar las salas del castillo en el que se conservan muebles y obras valiosas que fueron del emperador y los exuberantes jardines del castillo donde se pueden ver especies raras de árboles, como las araucarias de México y los dos árboles de secoya, plantados por el mismo Archiduque, que hoy alcanzan los treinta metros, el bambú de India y el madroño asiático.
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